97 años de la Parroquia San Juan de Letrán del Vedado, Cuba
Para festejarlo la Familia Dominicana celebró una eucaristía de acción de gracias por la vida comunitaria
La Parroquia San Juan de Letrán del Vedado llega a su 97 aniversario. Para festejarlo, la familia dominicana celebró en la tarde de ayer una eucaristía de acción de gracias por la vida comunitaria que han podido establecer en torno al templo. Camino al centenario de la
edificación, presentaron ante la mesa del altar sus peticiones de un mayor compromiso con las distintas pastorales, de seguir creciendo en comunión y eclesialidad junto a la Orden de Predicadores.
También fue un momento propicio para recordar la vida del fraile José Manuel Fernández, cariñosamente conocido como Padre Pepe, quien jugó un papel muy importante para la preservación de la Iglesia en uno de los periodos más convulsos de la relación Iglesia-Estado.
La misa fue presidida por fray Celio de Padua García, Rector del Centro fray Bartolomé de las Casas y por fray Raisel Matanzas Pomares, Párroco de San Juan Bautista y Santo Domingo de Guzmán (San Juan de Letrán). De este último ofrecemos a continuación la homilía predicada en la ocasión.
Al cierre de la celebración los fieles fueron invitados a participar junto a los religiosos de la antigua tradición que une a los dominicos con sus hermanos los frailes franciscanos: la de celebrar al fundador de cada orden con presencia fraterna de los miembros de la otra. El4 de octubre, Memoria de San Francisco de Asís, los predicadores oficiaron junto a los franciscanos en la Iglesia de San Antonio de Padua.
Palabras de Fray Raisel Matanzas, párroco de San Juan Bautista y Santo Domingo de Guzmán
Queridos hermanos:
Los frailes dominicos levantaron el primer convento entre los siglos XIV al XVI; luego comenzaron este templo en 1924 y lo terminaron en 1926. El P. Pepe, que en paz descanse, de quien celebramos su cuarto año de fallecimiento, recordaba que hacia el final de la iglesia existieron unos vitrales hermosos, que se perdieron con el famoso ciclón del 26. Este templo, podríamos decir, lo tenemos gracias a Pepe. Con el triunfo de la Revolución fue ocupado por los milicianos, y gracias a que él se quedó, devolvieron esta hermosa edificación de la cual nosotros disfrutamos en la actualidad.
El templo es casa de Dios. En la primera lectura hemos escuchado: ¿Es posible queDios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo, y lo más alto del cielo, cuánto menos en este templo que he construido (I Reyes 8, 27). Decimos, y así lo creemos y sentimos, que Dios habita en este templo. Su lugar principal siempre será el Santísimo.
Pensemos en la impresión del P. Manuel Uña con estos carteles [dispuestos en las columnas] donde se lee: Dios habla en el silencio. Siempre insisto, en el templo no deberíamos hablar. A veces nos saludamos, y como los cubanos somos muy efusivos, vamos más allá del saludo y alzamos un poquito la voz; sin darnos cuenta de que alrededor puede estar una persona, un hermano nuestro, rezando. Bueno, el templo es casa de oración. Dios, que habita en el templo, se hace presente y nos habla a través de la Palabra que se comparte en la eucaristía. Dios se hace presente en medio de la misa; el Señor sacramentado se parte y se reparte para cada uno de nosotros.
Dios se hace presente en medio de la comunidad. Tendríamos que decirle que siga volteando hacia nosotros su rostro. Nosotros que lo conocemos, tú y yo, le suplicamos. Él escucha nuestro clamor y también nuestra canción. Por eso, "qué deseables-como dice el salmo- son tus moradas Señor de los Ejércitos". A mí me alegra muchísimo una expresión que parte de los feligreses dicen: «Padre, fraile, ¡qué bien se está aquí! ¡Qué paz se recibe y se respira en esta casa!» En efecto, no puede ser menos en la Casa de Dios. La sensación que aquí se ha de experimentar es de paz, amor, fraternidad; sensación que entre nosotros nos tributamos los unos a los otros, porque en definitiva el templo así lo amerita, así lo manifiesta. De por sí debe ser signo de paz para nosotros aquí en el Vedado, como en cualquier parte del mundo donde exista un templo.
La segunda lectura, por otra parte, nos recuerda algo de lo que ya somos conscientes. No solamente el templo de Dios lo constituyen estas hermosas piedras o estas hermosas rocas, estos hermosos vitrales que tenemos en la parroquia o su arquitectura neogótica. Sino que el templo de Dios lo constituimos cada uno de nosotros. No saben que son templo de Dios, y el Espíritu de Dios habita en ustedes, nos va a recordar la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. Dios no solamente está en el Santísimo Sacramento, sino que también habita en lo más profundo de nosotros, en nuestros corazones. Y esto es un viaje… el poder reencontrarse con el Señor, el deseo de querer estar con Dios y de tener a Dios.
El Evangelio que hemos proclamado nos muestra a Zaqueo. Zaqueo quiere ver a Dios, pero tiene un problema: hay muchas personas a su alrededor que se lo impiden. Hoy podríamos decir también que muchas cosas nos impiden ver a Dios. Decir que mucho de lo que vivimos, de lo que experimentamos, no nos deja estar con Dios. Que en nuestras vidas las vicisitudes, la economía, la política y muchos males sociales, nos impiden ese encuentro con el Señor. Y a pesar de eso, el Evangelio nos narra que Zaqueo insistió, y por fin Dios le miró.
Zaqueo tuvo que subirse a un sicomoro, subirse por encima de su problema, para poder encontrarse con el Señor y caminar junto a Él. «Baja Zaqueo, hoy quiero hospedarme en tu casa (Lc 19, 5)». Hoy vamos a pedirle a Dios que venga a nuestra casa, que se siga haciendo presente en medio de nuestra comunidad, de nuestra familia, de nuestra sociedad; para que de verdad podamos ver la salvación que nos viene de Él. Se lo pedimos al Señor, que así sea.
Artículo de Víctor Menéndez para Redacción VC Digital
Publicado originalmente en Facebook Vida Cristiana