A propósito de la encíclica “Dilexit Nos” del Papa Francisco
Fr. Carlos Díez Rojo, Delegado Provincial de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas, ha recogido algunas ideas en torno a la misión de la última encíclica del Papa
El papa Francisco publicó el 24 de octubre una encíclica “Sobre El amor humano y divino del corazón de Jesucristo”, titulada en latín “Dilexit Nos” (“Nos Amó”).
La encíclica nos recuerda que utilizamos el símbolo del corazón para referirnos al amor de Jesús, y que también el corazón de los discípulos de Jesús ardía cuando Él les hablaba mientras caminaban (Lc. 24,32).
El papa invita a considerar el corazón como metáfora del santuario de los sentimientos, pensamientos y decisiones humanas. También en el lenguaje popular hablar con el corazón en la mano o ponerse la mano en el corazón es sinónimo de hablar con sinceridad desde la profundidad y la totalidad de nuestro ser.
En la encíclica encontramos una gran riqueza de citas, textos, experiencias y autores que en la historia de la espiritualidad cristiana han bebido y se han inspirado en esta fuente de amor que es el corazón de Cristo. Desde nuestra condición de Misioneros Dominicos queremos destacar el compromiso misionero que nace del Corazón de Cristo y de la devoción al Sagrado Corazón. Es el caso de santos como Teresa del Niño Jesús y Carlos de Foucauld, que se nutrieron de la devoción al Corazón de Cristo para mostrar la originalidad de la dimensión misionera en sus vidas. Ambos nacieron en la Francia del siglo XIX y optaron por la vida monástica, lo que no les impidió vivir el sentido comunitario, social y misionero de toda auténtica devoción al Corazón de Cristo. En palabras del papa, no olvidaron “la ternura de la fe, la alegría de la entrega y el fervor de la misión”.
El Corazón de Cristo produce frutos de servicio, fraternidad y misión cuando la devoción no se limita al intimismo individualista. San Juan Pablo II nos recordaba la dimensión social de la devoción al Corazón de Cristo, prolongando las llamas de ese amor en la tarea misionera de la Iglesia, que lleva el anuncio del amor de Dios manifestado en Cristo.
Por eso la misión debe entenderse como irradiar ese amor del Corazón de Cristo, lo que exige misioneros que se dejen cautivar por Cristo y que transmitan ese amor que les ha cambiado la vida. Pero esta acción misionera de comunicar a Cristo se vive y se enriquece en comunión con la propia comunidad y con la Iglesia.
El papa nos invita adejarnos enviar por Cristo para cumplir nuestra misión en la tierra, “con confianza, con generosidad, con libertad, sin miedos”. Encerrarnos en nuestras comodidades no nos da la seguridad ni evitará que aparezcan temores, tristezas, angustias. Si no cumplimos nuestra misión en esta tierra no podremos ser felices.
De alguna manera tenemos que ser misioneros, como lo fueron los apóstoles y los primeros discípulos de Jesús. A todos nos llama Jesús para la misión, aunque cada uno la cumple a su modo, en su estado y circunstancias personales. No importa si no vemos los resultados, lo dejamos en manos del Señor, que ve y trabaja en lo secreto de los corazones, pero no dejemos de comunicar a los demás que Cristo nos amó (“dilexit nos”).