“Ayuda Solidaria” en La Habana. ¿Quién da a quién?
Proyecto de ayuda solidaria con alimentación a personas vulnerables de la parroquia San Juan Bautista y Santo Domingo de Guzmán en La Habana (Cuba): Raisel Matanzas Pomares, OP
Un nuevo amanecer se anuncia en La Habana, Cuba. Los rayos del sol acarician la ciudad y todo va cobrando su colorido al son de la sinfonía de los pájaros. Sin duda alguna, un espectáculo único que trae noticias del Creador. Nuestra primera cita, como frailes y pre novicios, es con el Señor en la oración de la mañana.
Al abrir la portería del convento comienzan a entrar los trabajadores, profesores, y los estudiantes del Centro de Estudios Fray Bartolomé de las Casas. En el grupo, se encuentran Heidy, Ernesto y José, algunos de los colaboradores del proyecto “Ayuda solidaria de la parroquia San Juan Bautista y Santo Domingo de Guzmán (Letrán)”. La emoción y la esperanza nos arropan para las vivencias del día con la ilusión de conseguir nuestro firme propósito.
Inicia la andadura y nuestra primera estación es celebrar la Eucaristía junto a las dominicas de clausura. El clima de recogimiento invita a la oración y a la celebración. Allí encomendamos el día, los que atendemos por el grupo y aquellos que hacen posible que este programa siga adelante. De igual forma, los proyectos que se desarrollan en la isla con la ayuda de Misioneros Dominicos-Selvas Amazónicas, acordándonos de los bienhechores, colaboradores y al equipo que trabaja en Selvas.
El proyecto de ayuda solidaria se sustenta en la colaboración de un grupo de voluntarios de la parroquia, la solidaridad de propietarios de tiendas con donaciones de productos y el apoyo económico de Misioneros Dominicos-Selvas Amazónicas.
Al terminar, proseguimos nuestra peregrinación de la mano de San Martín, santo protector del grupo. Ahora, el itinerario es por las diversas tiendas donde se adquieren los productos con los que se ayuda a los beneficiarios de nuestra acción. El recorrido puede variar entre una y cinco tiendas, algo distantes unas de otras. Las razones son disímiles entre las que se encuentran, primero, que no siempre se consigue lo deseado en una de ellas. Y, segundo, los productos varían y suelen ser escasos en algún tiempo más que en otro. Por lo general, las personas que nos atienden son muy amables y comprensivas y se solidarizan con la iniciativa del proyecto. Para aprovechar el viaje, ya que el combustible escasea y se augura una subida en su precio, se intenta comprar los artículos para un periodo de tiempo más largo, al menos para dos meses.
Así es que, terminada la compra, algo cansados por lo avanzado del día, el trasiego de las tiendas y el cargar la mercancía, con el radiante sol del mediodía, regresamos al convento. Allí buscamos auxilio para que nos den la mano para acomodar y descargar lo que se ha conseguido. Heidy organiza los artículos para que cada voluntario los distribuya a sus atendidos. Estos son llevados el mismo día o al día siguiente.
Los voluntarios tenemos nuestros encuentros mensuales y nos encomendamos a San Martín de Porres. Estos permiten analizar, entre otras cosas, la existencia de altas o bajas o nuevas solicitudes, la entrega y distribución de la ayuda destinada a las personas atendidas y la planificación de nuevas actividades, incluyendo día y horario de la próxima compra. El grupo ha variado durante los últimos años, bien porque algunos se han ido del país o porque otros se han incorporado, gracias a Dios.
Posteriormente, con el grupo variado de seis integrantes, compuesto por personas católicas y no católicas, nos disponemos a llevar la ayuda a su destinatario. El recibimiento de los mismos es todo un acontecimiento no solo por lo que se le lleva, que es esperado y de gran ayuda, sino por la presencia del encuentro y por el compartir fraterno que se genera. Las situaciones en las que viven muchos de ellos son muy precarias. Aun así, no falta la sonrisa, la amabilidad en las palabras, el chiste jocoso con respecto a la situación del país y el agradecimiento a Dios y a los que hacen posible que se pueda contar con esta ayuda tan importante y necesaria para sus vidas.
Al final, experimentamos la alegría del evangelio, se olvida el cansancio del día, nos reafirmamos en que “hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10) y nos preguntamos quién ayuda a quién. Se pone en práctica aquel dicho del Señor que reza: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35). O aquel otro, motivo por excelencia de nuestra acción: “Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40).