Manda un Bizum al 01976
Noticias cabecera
NOTICIAS DE MISIONEROS DOMINICOS

¿Qué está pasando en las misiones dominicas?

Centenario de la llegada de las misioneras dominicas a Pto. Maldonado

Reflexión realizada por Monseñor David para la homilía del centenario de la llegada de las Misioneras Dominicas del Rosario a Puerto Maldonado.

Estimada ciudad de Puerto Maldonado, Sr. Alcalde Provincial, y demás autoridades civiles y militares. Mis más sinceras felicitaciones por estos 113 años de vida de nuestra ciudad de Puerto Maldonado.

Este año nuestra fiesta se ve adornada y engalanada por un acontecimiento entrañable y querido por la ciudad, y es el centenario de la llegada de las primeras misioneras dominicas del rosario a la ciudad. Dicen las crónicas que fueron acogidas con 21 salvas y que a pesar de la lluvia de aquel día, no quedó nadie sin ir a recibir al puerto del Tambopata a tan exótica expedición. La valentía de aquellas mujeres pioneras de la congregación, capitaneadas por quien hoy es beata, Ascensión Nicol, no entraba en el entendimiento de la mayoría, y no quisieron perdérselo. Hoy cien años después, de nuevo la ciudad se congrega, esta vez para celebrar los 113 años de la ciudad, pero también los 100 años de la llegada de aquellas valientes mujeres. También hay algo de exótico, y es que esta vez regresan con el multicolor de sus rostros, sus nacionalidades y sus vestidos, mostrándonos cómo aquella primera llegada, no era sino el preámbulo de otras muchas a múltiples rincones de la tierra. Hermanas, sean de nuevo bienvenidas a Puerto Maldonado.

Las hermanas han escogido las lecturas del profeta Isaías, porque sin lugar a dudas, reconocen que en sus inicios hubo mucho de profetismo, y quieren renovar hoy ese espíritu profético que está en los albores de la Congregación.

LA LLAMADA

Leyendo las lecturas del profeta Isaías propuestas para el día de hoy, y leyendo las crónicas de las misiones, me venía a la cabeza la figura de Moisés y ese momento fundacional-profético al pie del monte Sinaí: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar a liberarlo del poder de los egipcios… Ve, pues; yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo… Yo estaré contigo…” (Ex 3, 7-12).

A finales del siglo XIX el papa León XIII clamaba por la vida de las poblaciones indígenas amazónicas y los terribles crímenes que éstas estaban padeciendo en el contexto de la industria extractiva del caucho.

Mons. Ramón Zubieta, todavía prefecto de las misiones de Santo Domingo del Urubamba y del Madre de Dios decía: “Me conmovió profundamente la situación de la mujer en la selva. Desde ese momento se me clavó en la mente y en el corazón la idea de remediar tanta vileza y no veía otra manera de introducir en el apostolado de la Montaña la colaboración de las religiosas. Sólo ellas podían penetrar en el alma de esas mujeres y darles a conocer su propia dignidad”.

En otro rincón de la tierra, a más de diez mil kilómetros, Dios iba forjando otra vida, la de una mujer. No la percibo en las crónicas, tan expresiva, pero sí con una fortaleza grande de espíritu que la hacía ser emprendedora: “No sentí grandes entusiasmos… sólo una fuerza irresistible me llevó a ofrecerme y aun sentía placer pensando que quizá mi ofrecimiento no fuese aceptado. Mas experimentaba en mí la necesidad de hacer aquel ofrecimiento porque temía defraudar los designios de Dios sobre mí, si no me ofrecía para todo sacrificio”.

Hay una llamada de Dios ante el clamor del pueblo, y hay una respuesta fundamentada en una CONFIANZA ABSOLUTA en Dios, sabiendo que por más embarrado que esté el sendero por Él marcado, no hay duda de que es el correcto. Ese deseo profundo de obedecer, a lo que intuía venía de Dios, está sin duda inspirado en la obediencia filial de Jesús al Padre.

A LA INTEMPERIE

Nos llama la atención el tremendo sacrificio físico de aquellas hermanas, arriesgándose en unos viajes infinitos, atravesando peligros para los que se necesitaba una condición física que no tendrían… Pero ese sacrificio físico, respondía e iba parejo a una actitud espiritual de ponerse en manos de los otros.

Las hermanas partieron de Huesca, de Lima, dispuestas a enseñar a los otros, a darlo todo, a crear y ser artífices. Pero tuvieron que pasar por una primera experiencia de ponerse en manos de los otros. Cuántas veces las hermanas tendrían que confiar su vida a quien les sujetaba la mano para un mal paso, a quien le decía “hermana no tenga miedo ponga ahí el pie que yo la sujeto…” Este ponerse en manos de los demás sin lugar a dudas que las hizo ir tomando confianza en el otro y descubrirle en su grandeza. Pero tuvo que pasar por una humillación, un sentirse inferior, desvalido y aceptar la de esa manera la necesidad del otro. Aquel a quien se venía a ayudar se convertía en soporte y ayuda para la misión que traían las misioneras.

Al final el fruto de todo esto es una evangelización muy diferente a la de una cruzada que se impone. Una vez que se ha descubierto al otro de tú a tú, y uno se ha visto a la intemperie, desnudo en sus debilidades, puede acercarse y transmitir el Evangelio como el mejor regalo, como la única riqueza que le queda dentro. Fue la experiencia de Pablo: “me alegro de que quede manifiesta mi debilidad, porque así queda patente la gracia del Evangelio; no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.

LA DENUNCIA PROFETICA

Esta experiencia de “intemperie” tiene como consecuencia inmediata la identificación con la persona a la que una se ha sentido destinada y nos sitúa desde el lugar del otro y nos permite mirar al mundo y la realidad desde el otro punto de vista. La encarnación supone la mirada de Dios al mundo desde la propia humanidad de Jesús. Dios quiso mirar el mundo y gritar al mundo desde la Cruz.

Estos primeros hermanos y hermanas, vinieron a la selva con la mirada que traían desde España, desde Lima. Pero una vez puestos a la intemperie, empezaron a mirar al resto del mundo desde la selva y a levantar su voz y actuar con un cambio de paradigma. Se dejaron impactar por la gente. Ya no había infieles, ya no había incivilizados, ya no había salvajes, había hermanas y había hermanos.

LA CONVERSIÓN PERSONAL

Y resulta que quienes vinieron a darlo todo, también se lo llevaron. En este caso no se llevaron el caucho, ni la madera, ni el oro, ni el petróleo, recursos no renovables, sino que se llevaron el regalo más grande que esta tierra y sus gentes les dieron: un corazón con un horizonte amplio, como el de la selva, una mirada trastocada, la de Dios, unas manos forjadas para educar, curar, denunciar, construir y abrazar. Una experiencia de Dios que nadie les podía ya quitar: “QUÉ CERCA SE LE SIENTE A DIOS EN LAS MISIONES” decía a menudo Ascensión Nicol.

Se fueron impactadas, trajeron el Evangelio y de aquí se lo llevaron, enriquecido, renovado, hecho vida, hacia otros MALDONADOS DEL MUNDO. Y hoy vienen un grupo representante de esta congregación a recordar, a revivir, a revitalizarse con aquella primera experiencia fundante. No es nostalgia de un pasado, es compromiso con un presente e ilusión con un futuro.

Nosotros, la ciudad, Puerto Maldonado, nos unimos también a su fiesta con la misma alegría con la que les recibimos hace 113 años. Y aprendemos de esta experiencia de encuentro con los otros, los diferentes, para construir también una ciudad hermana, comunitaria, enriquecida por todos, también los diferentes.

QUE ASÍ SEA.