El acompañamiento pastoral a los últimos desde las Comunidades Eclesiales de Base
La Parroquia Stma. Trinidad de Montevideo, atendida por los dominicos, busca implementar comunidades eclesiales de base que sean focos de esperanza para cada uno de sus barrios.
Desde mi presencia en Uruguay, deseo compartir con ustedes cómo procuramos que sea el acompañamiento pastoral a los últimos desde las comunidades eclesiales de Base. Se trata de un acompañamiento que ha tenido, a lo largo de los años, tiempos más inspirados que otros. Este momento no es de los mejores, pero las circunstancias difíciles no nos eximen de buscar mejor cercanía y servicio.
Los últimos
Nuestra parroquia Santísima Trinidad de Montevideo está formada por muchos barrios, la mayor parte de tipo popular, pero también hay varios de chabolas, que acá llamamos “cantegriles”, además de una decena de asentamientos conformados por habitantes que nacieron en zonas rurales, con ocupación de terrenos, sin urbanización ni servicios esenciales. Periferias donde se puede calificar a sus moradores como los “últimos de la sociedad”, en el aspecto geográfico, pero también con frecuencia en lo social y económico. Estos hermanos acumulan también una historia de menosprecio y falta de inclusión social.
El trabajo más frecuente en los “cantegriles” ha sido la recolección y clasificación de la basura. Con bolsas de mano, carrito tirado a mano o pequeños carros destartalados con caballo, en horarios variados, salen a las calles de la ciudad para recoger desperdicios y clasificar después lo recogido.
Últimamente, se ha introducido un nivel mayor de degradación humana por la presencia de drogas que, con el cebo de la adicción o enfermedad del cerebro, anulan la inteligencia, el corazón, la voluntad para depender la persona del consumo de alguna sustancia.
Partimos de la convicción de que cada persona con muy diversas historias y circunstancias, con muchos condicionantes y heridas, tiene su propia dignidad, su santuario interior, su centro donde adora, busca, espera, lucha, llora… Cada persona es un mundo y todos tenemos nuestra tonalidad propia.
También estamos atentos a la mirada de Jesús. En su planteamiento de vida, los “últimos” están llamados a ser los primeros en el reconocimiento y atención. Los “últimos” son también aquellos hermanos sin comida, ropa, salud o libertad en los que hemos de reconocer la presencia del mismísimo Jesús.
Cada persona, desde sus circunstancias, condicionantes y heridas, tiene su propia dignidad, su santuario interior, su centro donde adora, busca, espera, lucha, llora… Pero los “últimos” están llamados a ser los primeros en el reconocimiento y atención.
Acompañamiento pastoral
Los “últimos” ocupan ese lugar en la sociedad por múltiples causas. Las organizaciones nacionales o municipales ofrecen apoyos variados para mejorar su ubicación en la escala social. Existen ofertas de trabajo, con frecuencia intermitentes, canastas de alimentos, apoyo económico por hijos, bonos de colaboración, pero lo cierto es que los que logran salir del último escalafón son una minoría.
Lo que la parroquia, a partir de las pequeñas comunidades de los barrios, puede aportar, a un nivel más específico, es una cercanía que permita a las personas sentirse integradas y apreciadas en su propia vida y persona, en su familia y trabajo. Pobre es el que en la sociedad casi nadie le presta atención. Por eso es importante estar, escuchar, acompañar.
No nos resulta fácil esta presencia, pero nuestras comunidades quieren ser pequeños focos de esperanza, en medio de cada barrio. Procuramos aunar servicios sociales e integración comunitaria: merenderos, apoyo escolar, celebraciones populares, recreación con ayuda de jóvenes de colegios, catequesis de niños. También la apertura a los sacramentos, sobre todo, el bautismo, muy apreciado, y la eucaristía.
En Montevideo hemos tenido un maestro valiosísimo y humilde, en ese reconocimiento: el sacerdote Isidro Alonso, “Padre Cacho” para todos, que entró a vivir y crear desde la vida compartida, una espiritualidad y una valoración que transformó la vida laboral, económica y la convivencia de muchas personas, especialmente las residentes en este tipo de barrios. Había escrito para sí mismo: “Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir a barrios pobres y hacer como hacen ellos… Tal vez pueda decirles, en su idioma de dolor y frustración, que allí en medio de ellos está Él. El que puede cambiar la muerte en vida, la negación en esperanza”.
Consuelo, una catequista de nuestra comunidad Santa Rosa, escribió un libro llamado “Perlas en el pantano”, como reflejo de lo dado y recibido en la periferia de la ciudad. También nosotros escribimos el folleto “El Evangelio de cada día”, resumen de historias pequeñas y a la vez grandes de la vida cotidiana.
Las niñas que crecieron en ambiente de comunidad, con un merendero, como lugar de encuentro, siendo ya madres jóvenes, fueron las refundadoras en tiempo de la pandemia del merendero, luego olla popular, para muchos del barrio.
Nuestras comunidades eclesiales de base buscan estar atentas a la presencia o ausencia de Dios en cada ser humano y proporcionar una cercanía que permita a cada persona sentirse integrada y apreciada en su propia vida, en su familia y en su trabajo.
Nos anima también la historia de aquel joven con un historial de 10 años de cárcel y la muerte violenta de dos de sus hermanos. Ahora nos cuenta con alegría y agradecimiento que su fuente de perseverancia en la cárcel era el recuerdo del ambiente del merendero del barrio, acogedor y formativo, deseando ahora criar a sus hijos y que en algún barrio pueda crear un merendero como el que él conoció.
Las comunidades eclesiales de base
Desde nuestras comunidades de la parroquia Santísima Trinidad, procuramos estar atentos a las formas de presencia o ausencia de Dios en cada ser humano. El fundamento de nuestro servicio es la fe. En ella buscamos la fuerza y el dinamismo que algunos hechos quieren frenar.
“A Dios nadie lo ha visto nunca”, pero el mundo de los hombres está lleno de destellos de su ser. Estamos hechos “a su imagen”. La convicción de ser amados por el Padre nos sostiene como médula espinal de la dignidad. El Padre creador tiene miles de rostros y cada persona lo expresa con matices. Podemos descubrir su gran presencia a través de las pequeñas presencias, al Santo en los pequeños santos de cada día.
Jesús resucitado está con nosotros todos los días. Es la presencia humana, humilde y pequeña, que, desde nuestro nivel, nos descubre el sentido, la luz que tiene toda vida humana. La fe crea lo que cree porque tiene un potencial de vida: “Si la tuvieran como un grano de mostaza…”
→La realidad responde a medida que sabemos interrogarla.
→Y El Espíritu Santo nos alumbra para comprender la realidad y sus momentos.
→Por ello, en nuestras comunidades eclesiales de base queremos ser:
- Levadura en la masa, sal en la comida de la convivencia, semillas en nuestra compleja realidad.
- Comunidades que asumen la vida cotidiana de un barrio, lleno de dificultades ambientales.
- Signos de esperanza desde la convivencia, impulsando la formación en la fe y las ayudas sociales.
Fray Santiago Fernández, OP - Misionero Dominico en Uruguay