Manda un Bizum al 01976
Noticias cabecera
NOTICIAS DE MISIONEROS DOMINICOS

¿Qué está pasando en las misiones dominicas?

El amor de los misioneros dominicos por la Amazonía

María Ángeles Castillo ha escrito para la revista Misioneros Tercer Milenio sobre la inauguración del Museo Dominico Amazónico

inauguración museo dominico amazónico rollup Juanjo y Cris

No hay que viajar hasta allí para conocerla mejor. Los dominicos han hecho realidad el ambicioso proyecto de rescatar su labor como evangelizadores, investigadores, antropólogos, historiadores, fotógrafos y hasta poetas para que quien quiera, desde cualquier parte del mundo, pueda sentirse más cerca de la cultura amazónica.

Ricardo Álvarez Lobo antropólogoComo ellos mismos dicen, los misioneros dominicos “no esconden nada sobre sus misiones en Perú”. La prueba es este museo virtual que se ha inaugurado en pleno otoño como homenaje a todos los que pasaron por allí, para quedarse, desde 1902, y en especial a uno de ellos, el antropólogo Ricardo Álvarez Lobo, que le ha dado nombre. Álvarez Lobo, a quien debemos trabajos de investigación y muchas publicaciones, “intentó comprender las culturas amazónicas a la vez que intentó liberar a las comunidades nativas de las esclavitudes a las que eran sometidas”. La idea, según nos cuentan, surgió en septiembre de 2020, cuando Francisco Faragó, que entonces era director de Misioneros Dominicos- Selvas Amazónicas, le expuso a Rafael Alonso Ordieres, coordinador en Perú, la iniciativa de crear una exposición digital de las piezas amazónicas existentes en museos dominicanos. Dicha idea se unía a la de plasmar por escrito la amplia producción bibliográfica sobre la historia de las misiones dominicanas en la Amazonía peruana, teniendo siempre presente que “los misioneros fueron enviados a construir humanidad, a despertar los valores de humanidad, hermandad, de derechos, deberes y fines”.

De la suma de ambas ha nacido este Museo Dominico Amazónico, alentado, por supuesto, por todos los desvelos del papa Francisco por esa tierra. Lo recordó en la presentación Carlos Díez Rojo, delegado provincial, quien trazó un recorrido que va desde los inicios de los dominicos en Perú obedeciendo el mandato de evangelizar y luchar por que no fueran vulnerados los derechos de las gentes, hasta la última visita del Pontífice a Puerto Maldonado y su exhortación apostólica Querida Amazonía, con sus cuatro sueños. Así pues, el museo, tal y como señaló su coordinador, Alonso Ordieres, se concibe como un homenaje a los misioneros dominicos y particularmente a Ricardo Álvarez Lobo, y aspira a “preservar el patrimonio cultural y misionero amazónico, además de difundir la sabiduría indígena”, por lo que no es de extrañar que haya sido “una tarea compleja, apasionante y llena de descubrimientos”.

Valor histórico y antropológico

apaktone homenaje dominicosEn concreto, tres años buscando, escaneando, catalogando, diseñando y programando la web (museoamazonico.org). Una puerta abierta a los libros y artículos de estos misioneros; a las fotografías y vídeos de las misiones en la Amazonía, procedentes del Archivo Histórico de la Provincia de Hispania; a los elementos etnográficos. Todos ellos, como resaltan, “de incalculable valor histórico y antropológico a disposición de todos”, y que además se irán enriqueciendo con nuevos registros y trabajos. Para colmo, estamos ante todo un ejemplo de colaboración, que ha unido a la provincia de San Juan Bautista en Perú, el vicariato apostólico de Puerto Maldonado y el Centro Pío Aza. Y esto, para dar a conocer que “las misiones dominicanas están llenas de color, con mucha expresión artística y científica”, que “las culturas son jóvenes y bellas, y su color verde habla de la esperanza en la que viven estos pueblos, que ponen su confianza en Dios”, en palabras del prior provincial, Jesús Díaz Sariego. Este también elogió la figura de Álvarez Lobo, que “inspira nuestro museo y futuro por su amor a estos pueblos originarios, un gran comunicador que supo transmitir a los demás lo reflexionado en el estudio, oración y la realidad”. Este museo, en definitiva, “respeta e integra nuestra mejor esencia. Cualquier persona en cualquier parte del mundo puede aprender de la cultura amazónica”. Un siglo de presencia de los dominicos de España en la “querida Amazonía peruana”, que se ve reflejado en este acervo cultural “acopiado o elaborado desde el trabajo misionero”. Porque, tal y como nos recuerdan, la Amazonía peruana era, a finales del siglo XIX, “un territorio prácticamente desatendido por el Estado. No se cuidaban ni cubrían sus necesidades sociales, y los pueblos originarios eran explotados y desplazados por la industria cauchera y diferentes actividades extractivas, producto de una colonización económica descontrolada”. ¿Cómo llegaron los dominicos hasta allí? Su historia comienza con una carta que el papa León XIII dirigió en 1894 a los obispos del Perú, “poniendo su atención hacia el oriente de su país e invitándolos a evangelizar a los pueblos de la selva”. Después, fue el papa san Pío X el que encargó esta “misión” a los dominicos, y así el P. Ramón Zubieta desembarcó en Lima junto a otros dos misioneros, José María Palacio y Francisco Cuesta, para hacerse cargo de dicha tarea,dando comienzo a una aventura que trajo consigo las primeras incursiones, con la colaboración de frailes peruanos, en las cuencas del Urubamba y el Madre de Dios, y quedando establecidos de este modo los dos primeros puestos misionales. A saber: en mayo de 1902, el de Chirumbia en el primer río, y en julio de ese mismo año, el de Asunción en el segundo. No tardó el padre Zubieta en darse cuenta de lo inmenso de la labor, por lo que el territorio del suroriente peruano quedó encomendado a la provincia de España allá por 1906. Y tampoco, en denunciar las condiciones de explotación y opresión en que vivían sus gentes, contando para ello con el respaldo de Pío X, quien en 1912 publicó la encíclica Lacrimabili statu indorum (“El lamentable estado de los indios”), en la que reprobaba las condiciones inhumanas en las que vivían los pueblos indígenas de la Amazonía.

Historia de amor y denuncia

plumas museo dominico amazonicoY es solo el principio de esta historia de amor –¿cómo llamarla si no?–, los primeros síntomas de esta pasión amazónica. Porque desde entonces han sido y son muchos los misioneros dominicos que han vivido en aquellas tierras y se han desvivido por ellas, “aprendiendo sus lenguas, costumbres y culturas, y denunciando los abusos y calamidades a las que eran sometidos los pueblos indígenas, haciéndose presentes y acompañándolos espiritual, social y humanamente hasta hoy”, nos cuentan. Por eso es tan importante este museo que ahora abre sus puertas virtuales, porque preserva y da valor a “todo el quehacer misionero realizado durante más de un siglo”, que no se puede sino definir como “apasionante” y “testimonio de la más absoluta entrega a los más vulnerables y a la labor evangelizadora”; el mejor ejemplo y la más necesaria inspiración para todos los que continúan en la impagable empresa de defender la dignidad de los más empobrecidos. Cabe recordar que los dominicos son la Orden de Predicadores, fundada por santo Domingo de Guzmán en 1216 ante su preocupación por los problemas del mundo y de la época que le tocó vivir. Su deseo era que sus miembros se volcaran en la predicación del Evangelio, la contemplación, el estudio y la compasión. Esto significa, explican, “trabajar en defensa de la dignidad y los derechos de los más vulnerables”, con proyectos, por ejemplo, que promueven la educación o la sanidad; “hablar con Dios y de Dios”; y “vivir en comunidad unidos por la fe en Jesucristo”, una comunidad que “reza y camina junta, reflexiona y dialoga sobre las cosas que pasan a su alrededor, decide y busca nuevos caminos a la esperanza, siendo apoyo unos para otros”. Este espíritu animaba al conocido como padre “Apaktone”, que significa “Papaíto Anciano”, José Álvarez Fernández, que en Perú, en 1940, escribió: “Escuchamos con el más vivo interés y profunda compasión a estos hijos, que son todo luz, tranquilidad y amor”. Y también a Miguel Ángel Gullón, quien en República Dominicana, en julio de 2019, expuso: “Estar insertos en la vida del pueblo, alegre y sufriente, apropiándonos de sus preocupaciones, nos sitúa allí, donde no es posible separar solidaridad con los pobres y oración”. O a Antonio Bendito, quien desde Trinidad- Cuba, en enero de 2017, decía: “Pienso con qué poca cosa se alegran y agradecen esta pobre gente, y cuánto de lo que se tira en nuestras sociedades podría aliviar un poco sus carencias”.

El padre Ricardo

provincial museo dominico amazonicoA esta labor se consagró el sevillano fray Bartolomé de las Casas, que, siendo “conquistador”, terminó tomando conciencia de la situación de estos pueblos en 1514, cambiando de vida y dedicándose a su defensa hasta hacerse merecedor del título de “protector de los indios”, ingresando en 1520 en la Orden de Predicadores y pasando de ser sacerdote secular con posesiones a abrazar la pobreza dominicana y entregar su vida a la predicación. Igualmente, fray Antón de Montesinos, que fue quien motivó precisamente la conversión de fray Bartolomé, y quien viajó junto al primer grupo de misioneros dominicos que se embarcó con destino al Nuevo Mundo en 1510. Su compasión ante el sufrimiento de los indígenas le impulsó a defenderlos y a denunciar los abusos que se cometían contra ellos. Y también quien nos ocupa hoy, por dar nombre al museo recién inaugurado: Ricardo Álvarez Lobo, a quien sus hermanos dominicos definen como “un gran misionero apasionado en comprender las culturas amazónicas, liberador de las esclavitudes a las que eran sometidas las comunidades nativas”, además de profesor, pensador, investigador, gran estudiante y autor de numerosos libros y artículos en los que dejó reflejado su saber. El padre Ricardo vino al mundo el 11 de enero de 1925 en Nembra (Asturias), segundo de nueve hermanos; en 1939 ingresó en el seminario de los dominicos en Corias, en su tierra natal, y en 1944 en el noviciado en Salamanca, para estudiar posteriormente Filosofía en Vergara (País Vasco), ser ordenado sacerdote en 1951 y al año siguiente partir hacia el Perú con el fin de incorporarse a las misiones, saliendo en barco de Santander el 15 de julio y llegando al puerto del Callao el 3 de agosto. Ya en Perú, fue destinado a una misión que se había fundado apenas cuatro años antes, El Rosario de Sepahua, al sur de Ucayali, a donde llegó desde Lima vía Pucallpa y Atalaya, y donde pasó la mayor parte de su vida como misionero. Suya es esta reflexión: “El futuro de las sociedades nativas debe partir de la práctica de la interculturalidad y asociada a los derechos humanos, a la identidad histórica, a una educación integral; al rechazo del etnocentrismo, del racismo y del conformismo”.

MARÍA ÁNGELES CASTILLO

Artículo publicado originalmente en el nº 240 de Misioneros Tercer Milenio: omp.es