El espíritu de Laudato si’: Relación de la espiritualidad de la encíclica con las ciencias ambientales
Resumen de la encíclica Laudato si’ en sus seis partes, resaltando su espiritualidad de corte franciscano, que enfoca el bien como paz y armonía con la naturaleza
¿Qué espíritu permea las páginas de la segunda encíclica del papa Francisco, Laudato si’ (24 de mayo de 2015), sobre el cuidado de la casa común? Una primera respuesta es el “espíritu cristiano”, que busca la salvación integral humana, en cuerpo y alma. Ahora bien, esta afirmación aparentemente evidente requiere alguna que otra aclaración.
En este artículo reflexionaremos sobre laespiritualidad propuesta por la encíclica, siempre en relación con las ciencias ambientales. La espiritualidad es el estilo de vida, el modo en que optamos por vivir en este mundo. En el caso de los cristianos, hablamos de un camino de progreso en y por el Espíritu, por medio de la imitación y el seguimiento de Cristo en la Iglesia. Así, en la medida en que la encíclica nos ayude a reproducir en nuestras vidas el misterio de Cristo, tanto más viviremos en consonancia con Dios y la naturaleza. Notemos que la fe cristiana no se opone a la ciencia (opinión popular sustentada en algunos casos), sino que, de hecho, la fe ayuda a ver a Dios como un creador bueno, amigo del ser humano.
La encíclica Laudato si’ es un documento del Magisterio de la Iglesia inspirado en el carisma de san Francisco de Asís. Por estar asistidos por el Espíritu Santo, el Magisterio y las “almas benditas”, nos transmite la sabiduría de Cristo en cada época y cultura.
Llegados a este punto, conviene presentar un resumen del contenido del documento. El Santo Padre, en continuidad con sus predecesores, quiere advertir del deterioro ambiental global: ve la necesidad de un cambio radical ante la catástrofe ecológica. La tierra es una madre que nos acoge a todos, pero la violencia presente en el corazón humano afecta también al entorno. Según el“ecumenismo ecológico”, basado en el modelo de San Francisco, propone investigar este desafío ambiental.
El capítulo 1, “Lo que le está pasando a nuestra casa”, plantea el drama de la situación actual. Francisco denuncia la contaminación, que llega a afectar a la salud humana, y el cambio climático, unido a una pérdida del sentido de la responsabilidad personal al respecto. Otro problema es el agotamiento de los recursos naturales, sobre todo del agua potable, así como la pérdida de labiodiversidad. Se advierte del deterioro de la calidad de la vida humana por la pérdida del contacto natural. La degradación ambiental causa injusticias que afectan a gran parte de la población mundial.
La cuestión ecológica nos lleva a la cuestión social. Llama la atención la debilidad de las reacciones: bien porque no tenemos una reflexión a la altura de esta crisis cultural, bien porque existe un exceso de intereses particulares, especialmente motivados por el dinero. Ahora bien, asimismo se han desarrollado varias opiniones intermedias, como la defensa del “mito del progreso humano” —una técnica sin ética— o de una visión pesimista del hombre, como si fuera solo una amenaza medioambiental. Según el papa, la Iglesia debe responder con el debate científico, más que dar una palabra definitiva.
El capítulo 2 es más optimista: se centra en el llamado “Evangelio de la creación”, que anima a fomentar auténticos encuentros entre ciencia y religión. La luz que ofrece la fe permite motivar diversas síntesis entre fe y razón, sin olvidar la doctrina social de la Iglesia. Por ejemplo, la sabiduría presente en los relatos bíblicos: el Génesis nos habla de la dignidad humana, la relación con Dios, el prójimo y la tierra o la misión de labrar y cuidar el mundo, “propiedad” del Creador. Se habla del misterio del universo: para la tradición judeocristiana la noción de “creación” implica más que mera “naturaleza”, ya que incluye el libre proyecto del amor de Dios para con sus criaturas. Ahora bien, este pensamiento descarta el panteísmo como opción compatible con la fe católica: la naturaleza es más frágil de lo que parece, mejor no mitificarla demasiado. El hombre es sujeto creador, no un objeto creado; el fin del universo “está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal” (LS 83).
La naturaleza es el lugar de la presencia de Dios. Por ser todos criaturas de un mismo Padre, se da cierta comunión universal (natural) entre todos los seres del universo. Pero el ser humano tiene un valor especial, afirmación que choca directamente con algunas propuestas ideológicas actuales. Jesús asume la fe bíblica en Dios creador, resaltando la paternidad divina (cf. Mt 11,25): la mirada de Jesús estaba cargada de asombro hacia la belleza del mundo, en armonía con la creación; el trabajo asumió un valor santificador. El misterio de Cristo, con su encarnación, resurrección y señorío universal, se introduce así en el destino de todos.
El capítulo 3 analiza la “Raíz humana de la crisis ecológica”. Aunque la tecnología aporta grandes ventajas humanas, también tiene sus límites. El problema fundamental es la globalización del “paradigma tecnocrático”: siempre ha habido intervención humana en la naturaleza, pero ahora se confía en unfalso crecimiento ilimitado respecto a los bienes del planeta. Hay una tensión entre técnica y existencia; la especialización y fragmentación de los saberes dificulta una visión de conjunto. Frente a esto, se propone la “cultura ecológica integral” como estilo de vida (como espiritualidad).
Es difícil encontrar el sentido último de la vida con un antropocentrismo que ha colocado la razón humana por encima de la realidad, actitud que eventualmente origina un relativismo práctico: buscar los propios intereses por encima del bienestar social-medioambiental. También se suelen olvidar las facetas relacional y trascendente del ser humano. Estamos llamados a ser administradores responsables de la naturaleza, no a suplantar el papel soberano del Creador. Además, es urgente incorporar el valor del trabajo como necesidad básica. Las espiritualidades cristiana y franciscana han desarrollado un rico sentido del mismo, basado en la alteridad; también el monacato, con su máxima ora et labora. Como autor, centro y fin de la vida socioeconómica, el ser humano es el primer responsable de su mejoría moral.
El capítulo 4 plantea las bases de“Una ecología integral”: debe ser una ecología ambiental, económica y social. A la hora de estudiar el impacto ambiental, conviene considerar los ecosistemas, unidades mayores que poseen un valor intrínseco independiente de su uso. Junto con el patrimonio natural hay otro cultural. Se hace necesaria una “ecología cultural”, que considere las distintas culturas. La identidad cultural está amenazada, pues la degradación medioambiental también afecta a nuestra respuesta social, como se dijo antes. Un auténtico desarrollo humano en calidad pasa también por una “ecología de la vida cotidiana”, fundada en el amor como una fuente de vida y energía renovable. La ecología humana es inseparable del “principio del bien común”, en línea con la ética social, incluyendo el respeto a la persona integral.
Toda vez realizado el análisis crítico de la situación, el capítulo 5 propone algunas líneas de orientación: “diálogos sobre el medioambiente en la política internacional” (como la Cumbre de la Tierra de 1992); “diálogos hacia nuevas políticas nacionales y locales”, responsabilidad de cada Estado, que ha de planificar un panorama social más sano (p. ej., mediante el uso de energías renovables); debe haber “transparencia en losprocesos de decisión”, sin olvidar el rigor científico que a veces ha faltado, contando con “una política y economía en diálogo para la plenitud humana”. Hoy se dan sectores económicos más poderosos que algunos Estados, pero los políticos no deberían someterse a los dictámenes económicos ni tecno científicos. Finalmente, el tema de “las religiones en diálogo con las ciencias”: en cada contexto se requieren principios éticos y religiosos, ordenados a la construcción de una vera “ecología integral”.
Finalmente, el capítulo 6 reza “Educación y espiritualidad ecológica”. La ecología motiva a amar a los enemigos en vistas a la comunión fraterna, basada en el Padre común. Los pequeños gestos cotidianos terminan construyendo un amor civil y político, una “cultura del cuidado”. La realidad contiene una marca trinitaria: el Padre es fuente de todo, base del amor fraterno; el Hijo, unido a la tierra en María, es la mediación por la que todo ha sido creado; El Espíritu, lazo de amor infinito, está presente en el corazón del universo. No olvidemos los sacramentos, modo privilegiado que Dios tiene de asumir la naturaleza como mediación de gracia, de vida sobrenatural. Estamos viajando hacia la eternidad, “más allá del sol”: al final de la vida nos encontraremos con la infinita belleza de Dios.
En conclusión, hemos visto que Laudato si’`fomenta una espiritualidad de corte franciscano, que enfoca el bien como paz y armonía con la naturaleza. En cualquier caso, este es un dato de fe: si amamos a Dios, también cuidaremos a sus criaturas y demás realidades creadas. A causa de su interés principalmente ecológico, el documento se centra en el nivel natural de la realidad: ecosistemas, contaminación medioambiental, riesgos del planeta tierra, ética de las nuevas tecnologías, etc. No obstante, es importante añadir que para el creyente en Cristo también existe un nivel sobrenatural, todavía más cercano a Dios, que cultivar igualmente.
El nivel sobrenatural está en un plano puramente espiritual y, por tanto, invisible. Pero incluso en el nivel natural hay elementos invisibles, y no por ello inexistentes: el aire, los materiales transparentes, la actividad mental, los átomos, etc. (En el caso de los átomos, la cuestión es que no pueden percibirse directamente con un microscopio óptico o de luz, sino indirectamente a través de un microscopio electrónico, en el que un haz de electrones impacta contra la muestra en observación dentro de una cámara de vacío).
Este orden superior al natural incluye la vida de gracia, fundada en la oración, los sacramentos y la persona de Jesús; vida que nos eleva a la comunión íntima con Dios. La gracia no es algo que pueda encontrarse en la naturaleza sin más: hemos de aceptar en primera persona la misericordia de Dios, que nos llega a través de distintas formas y personas. Así pues, carecería de sentido utilizar la encíclica del Papa para defender una fe panteísta de la Madre Tierra o la diosa Gaia, como vimos anteriormente.
En suma, no solo hay una ecología de la naturaleza, que nos mueve a respetar la paz entre los humanos y con el medio, sino también una economía de la gracia, por la cual Dios nos mueve a seguir con paz su plan de salvación integral, en cuerpo y alma. Esto no implica separar los dos niveles de forma radical, pues la gracia actúa en la naturaleza, mejorando sus capacidades limitadas. Aunque a diferentes niveles, tanto naturaleza como gracia son potencias creadoras de Dios y, por tanto, provienen y conducen a la misma fuente de la vida.
Ejes centrales de la Laudato si’:
- Capítulo 1. “Lo que le está pasando a nuestra casa”: degradación ambiental, agotamiento de recursos naturales y sus efectos sociales.
- Capítulo 2. “Evangelio de la creación”: fomentar el encuentro entre ciencia y religión. Desde la luz que ofrece la fe, motivar diversas síntesis entre fe y razón.
- Capítulo 3. “Raíz humana de la crisis ecológica”. Propuesta de una cultura ecológica integral que contrarreste la confianza en un crecimiento ilimitado de los bienes del planeta.
- Capítulo 4. “Una ecología integral”, ambiental, económica y social, incluyendo también una “ecología de la vida cotidiana”, en línea con la ética social y el respeto a la persona integral.
- Capítulo 5. Líneas de orientación dirigidas a la responsabilidad de los Estados, fomentando una política y economía en diálogo para la plenitud humana.
- Capítulo 6. “Educación y espiritualidad ecológica”. Los pequeños gestos cotidianos terminan construyendo un amor civil y político, una “cultura del cuidado”.
Fr. Bernardo Sastre Zamora, OP. Fraile dominico de la provincia de Hispania. Nació el 28 de septiembre de 1993 en Valladolid. Realizó estudios de música con especialidad en violín (aunque también se defiende con el piano), y en la universidad estudió el Grado en Física. En 2014 recibió la llamada vocacional para ser fraile dominico. Tras realizar el prenoviciado en Madrid (2016-17), el noviciado en Sevilla (2017-18) y el estudiantado en Valencia y Roma (2018-22), ha obtenido el Bachiller en Teología por el Angelicum, cursado en la sección inglesa. El 10 de septiembre emitió la profesión solemne o votos perpetuos en nuestra querida Orden de Predicadores. Agradece sus oraciones.
Artículo publicado en el Nº6 de la Revista Selvas Amazónicas: Haciendo vida la ecología integral. Puedes suscribirte a la Revista desde nuestra web.