Entrevista a Manuel y Almudena: Lo fundamental es ser testigos del Amor de Dios. Primera parte
Testimonio del matrimonio misionero seglar en la Amazonía desde 1981 a 1996, recogido en la Revista Nº8 Laicado, caminando juntos
Entrevista a Almudena (química, natural de Madrid) y Manuel (médico, natural de Salamanca), matrimonio que ha trabajado en la Amazonía peruana como misioneros seglares desde 1981 hasta 1996. En esta entrevista nos transmiten su testimonio que demuestra de forma viva e impactante la fecundidad del Amor de Dios.
P: Comencemos viajando en el tiempo, nos trasladamos a la década de 1980 cuando dos jóvenes salmantinos deciden juntar sus proyectos de vida familiares y profesionales yéndose como misioneros seglares a la Amazonía peruana. Pero ¿qué “mosca os picó”?
R: Nos conocimos en 1972, en el último curso de colegio en los grupos juveniles, teníamos 15 y16 años y a lo largo del 73 surgió la chispa que enamora a los adolescentes. Pocos años después teníamos claro que queríamos compartir nuestras vidas y que nuestro enamoramiento iba más allá, confluía en un punto común, estábamos enamorados de la Misión. Nuestros sueños juveniles apuntaban a una misión en África sin más motivación que el Amor de Dios que se manifestaba en nuestro amor mutuo.
P: ¿Qué motivaciones y personas influyeron para tomar semejante decisión?
R: Nosotros no conocíamos a ningún misionero, sabíamos lo que queríamos y una vez que teníamos claro el camino hubo dos personas que influyerony acompañaron nuestro proceso: un sacerdote escolapio, Alberto Moreno, que había coordinadoel grupo juvenil en el que nos conocimos, después marchó a los suburbios de Bogotá y con sus cartas y vivencias hizo que ardiera nuestro corazón. Y Rafael Larrañeta, que era amigo nuestro, y su teología, su moral y coraje, su manera de vivir y de sentir nos fue motivando.
P: ¿Cómo fue acogida vuestra decisión, qué opinaban vuestros familiares y amigos más cercanos?
R: Nosotros éramos muy críos, nunca habíamos pasado de los Pirineos. En el entorno de amigos no se lo terminaban de creer, ¿estos a la selva? ¡Vamos...! Y los familiares, o no se lo terminaban de creer o no se lo querían creer, no fue fácil para todos ellos aceptar nuestra decisión. Cuando ya se acercó el momento en el que vieron que realmente sí nos íbamos a la misión, el apoyo próximo más decidido fue el del padre de Almudena. Los demás nos decían ¡pues qué bien!, ¡qué bonito! Aunque algunos no acababan de verlo y pensaban que nuestra Misión era otra. Sí tuvimos el apoyo de algunos profesores de la facultad de Medicina, que fue muy importante para nosotros. Que un catedrático de la facultad te abrace y te diga, “hijo mío, que Dios te bendiga” te da mucha fuerza. Y que otro te diga “yo te voy a guardar la plaza después de tus estudios de medicina tropical”, y por más que le dije que yo me iba a la Misión a la selva, insistió. Y otro más nos procuró el microscopio que nos fue tan útil en la Misión. Tuvimos la suerte de conocer, poco antes de nuestro viaje, a Rosa y Eduardo del Pino, matrimonio de médicos que estuvieron veinte años atrás enel Purús en circunstancias más precarias y nos dieron consejos muy útiles: que nos lleváramos el microscopio, que sería bueno que aprendiéramos a sacar muelas, nos regalaron un libro de laboratorio... Se volcaron completamente con nosotros y fue muy bonito aquel encuentro.
Estábamos enamorados de la Misión, nuestro sueño inicial de ir a África se convirtió en una ilusión amazónica. Quillabamba y Sepahua fueron los lugares iniciales de aprendizaje que luego desarrollamos en el hospital de Sepahua, en Puerto Maldonado y a través del Proyecto PISAP.
P: Es momento de hacer realidad vuestros sueños, por dónde empezar, ¿en qué lugar y en qué actividades se inicia vuestro compromiso de misioneros seglares en el campo de la salud?
R: Sepahua, un poblado en mitad de la selva peruana, fue la propuesta y el nombre propio que llenó nuestras vidas. Aquella ilusión africana se tornó amazónica. La primera pregunta a Juan José Larrañeta fue: “¿Con qué vamos a trabajar?”. La respuesta suya fue: “¿Cuál es la materia prima con la que trabaja un médico?”. “Los pacientes”, le dije; “de esos no te van a faltar”, me contestó. La siguiente pregunta fue: “¿Y qué va a haceruna Licenciada en Químicas en aquella selva?”. La propuesta inicial era dar clases en el colegio y cuando ya me iba mentalizando porque yo estaba ahí para lo que hiciese falta, Juan José me dijo:“Oye, estoy pensando que tú cómo química, podrías hacer los análisis clínicos”, me gustó la idea y me fui al laboratorio del hospital donde aprendí algunas cosas, que luego no tenían mucho que ver con lo que vi en la selva, pero me sirvió para dar mis primeros pasos en el laboratorio clínico. En realidad, nuestro primer destino fue Quillabamba, donde estuvimos cinco meses familiarizándonos con las enfermedades deallí, trabajando en el hospital y el laboratorio, aprendiendo mucho los dos. Esta experiencia también nos sirvió para entrar en contacto y conocer un poquito la realidad social y el trabajo misionero en esta zona. Nosotros nos planteamos un viaje de ida, no un viaje de vuelta. Se nos hacía muy duro pasar de un hospital universitario en Salamanca, a un botiquín de una comunidad indígena.
P: Una primera pausa en vuestro proyecto de vida. Contadnos, qué significa para vosotros ser misioneros seglares. ¿Es lo mismo que ser voluntarios?, ¿qué tiene de novedoso ser misioneros?
R: Hablamos de 1980, los dos terminamos la carrera juntos en el 79. En aquella España apenas se conocía el término ONG, nosotros habíamos buscado en Cruz Roja, en Unicef, en Cooperación Técnica Internacional..., pero no nos convencía nada porque era todo muy institucionalizado y no nos llenaba. Teníamos claro que buscábamos algo de Iglesia, porque queríamos materializar el Amor de Dios a través de nuestro servicio, y hacerlo explícito enun contexto de Misión. De alguna manera, años después, un padre de familia, en una singularísima catequesis familiar, nos dijo: “Eso de Dios Padre, algo de verdad será, porque vosotros vivís aquí como si fueseis hermanos nuestros”. Eso es lo que nosotros buscábamos. Cuando en 1984, ya viviendo en la Misión, nació María Jesús, nuestra primera hija, a la semana vinieron las ancianas de la etnia piro a dar su“visto bueno” y una semana después igualmente lo hicieron las amahuacas. Ese fue nuestro “certificado” de misioneros seglares, eres misionero, estás aquí, vives con ellos, les transmites con tu vida y a la vez sientes que te unes más a ellos. Decían: “Estos, algo bueno serán, porque los ha traído el Padre Ricardo Álvarez Lobo”. Sin menoscabo de otras opciones, ser misionero es poner a Dios en el eje de tu vida y vivir en coherencia con eso, llevando la Buena Nueva a través de tu servicio, manifestando el Amor de Dios. Es creer en las personas, pero creer que Dios está en las personas.
Almudena Barcala y Manuel Martín
Almudena Barcala nació en Madrid (1957), Manuel Martín lo hizo en Salamanca (1956) y allí se conocieron en 1972. Ella cursó Químicas y él Medicina, la etapa universitaria fue el marco de su noviazgo. Se casaron en 1980
y en 1981 llegaron al Perú.
Durante 15 años trabajaron en el Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado como Misioneros Seglares en el campo de la Salud. Primero en la Misión El Rosario de Sepahua, donde fundaron el hospital del mismo nombre, y después en la Misión San Jacinto de Puerto Maldonado, desde donde participaron en la organización del PISAP (Proyecto Integral de Salud en la Amazonía Peruana).
Durante su estancia en Perú tuvieron cuatro hijos, con los que regresaron a España en 1996, dejando en marcha dicho proyecto.
Actualmente, residen en Ponferrada colaborando intensamente con la Delegación Diocesana de Misiones de Astorga.
Primera parte de la entrevista publicada originalmente en el Nº 8 de la Revista Selvas Amazónicas: Laicado, caminando juntos. Puedes leer la segunda parte en este enlace.