Haciendo memoria: reportaje de las misiones dominicas en la selva amazónica peruana
Hace más de cien años, en la selva amazónica peruana, a causa de la esclavitud que llevó el boom del caucho, el gobierno nacional solicitó el ingreso de misioneros en aquellas tierras. La Santa Sede encomendó una Prefectura Apostólica (un tipo de jurisdicción territorial de la Iglesia Católica) a los dominicos españoles, hoy en día es el Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado.
Ahora, después de 111 años, los dominicos españoles dejan la misión encomendada en manos de los frailes dominicos de Perú de la Provincia de San Juan Bautista, al existir ya una entidad dominicana y local con suficiente autonomía.
Esta integración del vicariato Provincial de Santa Rosa de Lima en Perú (Provincia de Hispania) en la Provincia de San Juan Bautista de Perú es un momento histórico que coincide con la visita del Papa Francisco a Puerto Maldonado.
Haciendo memoria
La presencia de los dominicos en la Selva Amazónica Peruana tiene sus raíces en la Encíclica Rerum Novarum de León XIII. El boom del caucho trajo a la selva la esclavitud más abominable, la compra-venta de mujeres y niños, las razzías, y el etnocidio. La Iglesia Peruana sintió el llamado a aplicar los principios de la Encíclica también a la realidad amazónica. En este contexto el gobierno peruano aprueba solicitar el ingreso de misioneros a la selva y dos años después la Iglesia crea tres Prefecturas Apostólicas en la selva oriental peruana, entre ellas, la de Santo Domingo, encomendada a la Orden de Predicadores. Es así que desde los comienzos, el objetivo de las misiones fue el de defender los derechos de los pueblos indígenas y transmitirles el mensaje liberador del Evangelio. Años más tarde, la Carta Encíclica de Pío X, Lacrimabili Statu Indorum, ahondó en este sentido.
Los primeros misioneros dominicos llamados a este reto no fueron de la provincia de España. Como Prefecto Apostólico, fue enviado monseñor Ramón Zubieta, que pertenecía a la provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. A él le acompañaron otros dominicos de la provincia San Juan Bautista del Perú. Fue en 1906 cuando la Santa Sede confía a los dominicos de la provincia de España las misiones en el Perú, enviando desde entonces hasta ahora, muchos misioneros que revitalizaron la provincia. En ese momento se creó el Vicariato Regional de Santa Rosa, que organizaba las vidas y misión de los frailes dominicos.
Desde el comienzo los misionerostomaron una opción clara y definida a favor de los pueblos indígenas, estudiando sus lenguas, dialogando con las culturas, denunciando atropellos, aprendiendo entre aciertos y errores. La tierra que encontraron era considerada “tierra de nadie”, repartida entre caucheros y posteriormente hacendados, era despojada de las manos de sus legítimos propietarios, los indígenas. Estos se encontraban esclavizados o recluidos en las cabeceras de los ríos huidos del sanguinario hombre blanco. Las misiones posibilitaron la reestructuración de las sociedades indígenas, y en torno a ellas surgieron poblados, se crearon escuelas y postas médicas, se trazaron caminos, se diseñaron procesos de desarrollo y todo esto como parte de un proyecto evangelizador de liberación.
Fruto del proceso misionero, los avances sociales y a la par de otros acontecimientos internacionales, los pueblos indígenas ya estaban preparados para dar el salto a la legitimación por el Estado. Aquellos que no eran reconocidos en sus derechos más fundamentales, empiezan a ser considerados los legítimos propietarios de sus tierras y a tener personería legal y jurídica. Se emiten leyes a favor de sus tierras y sus derechos comunales ancestrales, surgen federaciones comunales, etc. A la par de este proceso de liberación indígena, en el mundo entero se vive la reflexión posterior a la segunda Guerra Mundial, en la que se cuestiona el papel misionero en las colonias africanas. En 1970 la Declaración de Barbados, habla de las misiones de la Iglesia como partícipes del etnocidio indigenista. En este contexto, en el Perú, surgen movimientos gubernamentales como el SINAMOS que critican duramente a las misiones, acusándolas de sicarios del Estado para el aniquilamiento de las culturas indígenas. Se pasó pues de considerar a las misiones como “abanderadas de los derechos indígenas” a tildarlas de “etnocidas”. Los misioneros se plantearon la necesidad de hacer estudios antropológicos para revisar y responder a las críticas recibidas.
Cabe destacar como capítulo aparte el movimiento campesino de los años 70 en el Alto Urubamba, que fuerza una nueva configuración de la propiedad de la tierra, hasta entonces en manos de hacendados. Nace la reforma agraria. Se organizan las cooperativas y otras asociaciones de explotación no siempre exitosas. Muchos campesinos se ven forzados a buscar sus propias tierras e invaden los territorios de propiedad inmemorial de los matsiguenga. Es el momento de la colonización que reduce a los nativos a pequeñas islas sin apenas territorio para su estilo de vida ancestral. Muchos nativos se sintieron protegidos por la Misión.
Realidad eclesial: lenta evolución del Vicariato
La primitiva Prefectura de Santo Domingo, en tan solo 13 años pasó a ser un Vicariato Apostólico, con la clara intención de crear una iglesia local. Ésta, que en el año 1949 recibe su definitivo nombre actual, ha ido evolucionando al ritmo que lo ha hecho la misma sociedad. La inmigración alto-andina, el paso de la hacienda y los territorios indígenas a propietarios campesinos (en el Alto Urubamba y Madre de Dios), la mejora de infraestructura vial, ha ocasionado que de tener una atención muy concreta a las comunidades nativas en lugares poco poblados y de difícil acceso se ha pasado a atender también a una población muy numerosa concentrada en comunidades campesinas y en núcleos urbanos (salvo en el Bajo Urubamba).
Desde los comienzos se buscó una misión compartida con las Misioneras Dominicas del Rosario (1913) y posteriormente con los misioneros seglares de MISEMA (1953). Además de la continua atención a las comunidades nativas, en 1977 se crean las comunidades cristianas campesinas de Quillabamba y en 1983 en Puerto Maldonado. Estas dos áreas de evangelización son respaldadas por las ya existentes Radio Madre de Dios (1957) y Radio Quillabamba (1966).
En 1985 se crea el Seminario Diocesano “San Juan María Vianey” ubicado en Puerto Maldonado, y desde ese entonces empieza a aparecer el clero diocesano propio del Vicariato Apostólico.
En 1994 se funda el Monasterio de Dominicas contemplativas en Quillabamba.
Ha habido desde los comienzos 8 obispos, todos ellos dominicos:
- Ramón Zubieta y Les, O.P. (1901 - 1921)
- Sabas Sarasola Esparza, O.P. (1923 - 1944)
- Enrique Álvarez González, O.P. (1946 - 1948)
- José María García Graín, O.P. (1949 - 1959)
- Javier Miguel Ariz Huarte, O.P. (1959 - 1980, después Obispo Auxiliar de Lima)
- Juan José Larrañeta Olleta, O.P. (1980 - 2008)
- Francisco González Hernández, O.P. (2008 - 2014)
- David Martínez de Aguirre Guinea, O.P. (2014 - )
Nuestras misiones en los últimos años
Comenzamos en LIMA, a la refrescante sombra del pozo de Santa Rosa donde se encuentra el Santuario dedicado a su memoria y que sirve de lugar de acogida y reposo a los misioneros que llegan a estas tierras o del interior de nuestros puestos de misión. Los frailes de este convento atienden el santuario, la casa retiro, catequesis y otras atenciones pastorales.
En el año 2003 el Vicariato Provincial crea el Centro Cultural “José Pío Aza”, como un instrumento complementario de la labor evangelizadora. Tiene como objetivos prioritarios el dar a conocer la realidad de los pueblos indígenas impulsando el estudio, la investigación y publicaciones acerca de la misma; difundir la actividad misionera en su integridad de evangelización y promoción humana, rescatando su rica historia y mostrando nuestro punto de vista a través de investigaciones y debates sobre la realidad amazónica; y promover la solidaridad, tanto local como internacional, en la ejecución de diferentes actividades destinadas a impulsar el desarrollo de dichos pueblos.
De Lima volamos hacia el interior atravesando la cordillera de los Andes hasta Cuzco, paso obligado de todos los puestos de misión de los ríos Urubamba y Madre de Dios. Tomamos la ruta carretera hacia el río Urubamba que requiebra por su base el santuario de Machu Picchu, subiendo a los 4.000 metros y bajando hacia el valle de la luna: QUILLABAMBA.
Aquí atendemos el templo parroquial y cuarenta comunidades campesinas quechuas que se amparan en las faldas ya cumbres de los cerros que rodean esta hoy moderna ciudad, floreciente gracias al café, cacao y sobre todo al impulso económico que significa la explotación del gas de Kamishea que ha revolucionado toda la Provincia de la Convención de la que Quillabamba es capital. Los frailes son responsables de Radio Quillabamba, un poderoso medio pastoral con el que nos comunicamos con las tres frecuencias a todas las comunidades. Las misioneras dominicas atienden una oficina de derechos humanos.
Seguimos carretera, hoy asfaltada, hacia KORIBENI, siguiendo la caprichosa curvatura del río Urubamba. Son dos horas y media de camino hasta la misión. Atendemos en ella veinte comunidades de colonización quechua, asentadas mayoritariamente a lo largo de la carretera y otras veinte de etnia indígena matsigenka dispersas por lo más remoto de los ríos que afluyen al Urubamba. Hoy las carreteras facilitan el acceso a las mismas, pero todavía hay que caminar de dos horas a dos días para llegar a ellas. En la misma misión atendemos un internado con cuarenta muchachas y muchachos, quechuas y matsigenkas, de las comunidades más alejadas y menores recursos. El colegio con 450 alumnos y nueve de las escuelas de las comunidades matsigenkas, pertenecen a nuestra Red de Escuelas del Sur Oriente Peruano: RESSOP.
Seguimos carretera río Urubamba abajo. Nos encontramos continuos convoyes de hasta cinco enormes camiones que transportan la tubería para el segundo gasoducto y también los claros de selva donde las empresas han construido sus campamentos para almacén de los tubos y su distribución a lo largo de lo que será el gasoducto.
En cuatro horas de carro desde Koribeni, llegamos a Pangoa, donde la misión de Koribeni tiene otro internado con treinta muchachas y muchachos de etnia quechua y matsigenka. Son atendidos por una profesora que tiene una enorme vocación de madre y maestra para todos ellos.
Aquí se acaba la carretera y tomamos la lancha. El Urubamba enfila desde Pangoahacia el temible Pongo de Mainike, lugar donde se estrecha y enardece el río formando un maravilloso espectáculo en el que los nativos contemplan la creación de Tesosintsi desde las espumantes aguas de estas cascadas. De aquí surgieron los matsigenkas y sus mitos.
En otras dos horas de lancha llegamos a la misión de TIMPÍA, donde se atiende un internado y varias comunidades, todas de etnia matsigenka en un extenso territorio.
Río abajo pasamos por la planta de gas de Kamishea, donde afluye el gas que se explota de varios pozos y desde aquí se traslada a 800 km. atravesando selva y sierra, hasta llegar a la costa cercana a Lima. El tráfico fluvial y aéreo del consorcio de empresas, es intenso y ha afectado gravemente la caza y pesca y alterado notablemente la vida de nuestras comunidades indígenas, ocasionando más de un conflicto en el que los nativos han mostrado su despertar como fuerza social.
En otras tres horas de lancha estamos en la misión de KIRIGUETI de la que salió nombrado Obispo Monseñor David. Son muchas y muy distantes las comunidades matsigenkas, yines y ashaninkas que pertenecen a esta misión, algunas de reciente contacto que han suscitado la atención nacional e internacional debido a la explotación de gas y su repercusión en su medio y en su vida, lo que nos obliga a nuevas y delicadas formas de actuación en su defensa.
Otras tres horas río abajo, llegamos a la misión del Rosario en SEPAHUA. Ha ido creciendo gracias al negocio de la madera y el comercio. La forman un conglomerado de etnias nativas rodeadas por la civilización a la que difícilmente se integran. La labor misionera en la actualidad se centra en pastoral catequética, el colegio y el internado. Tiene también a su cargo unas cuantas comunidades nativas y un internado. Las misioneras dominicas han sido responsables del colegio y en la actualidad del internado femenino. Radio Sepahua es un buen complemento pastoral en la misión. Se ve reforzada por la presencia de voluntarios españoles.
Regresamos a Cuzco y desde aquí emprendemos la ruta hacia el río Madre de Dios. Luego de pasar por Paucartambo, subimos el puerto Tres Cruces y descendemos hacia la llanura amazónica hasta encontrarnos con la Misión de SHINTUYA. Los frailes se encargan de la labor pastoral, ayudados por misioneros seglares que atienden el colegio y el internado. El padre visita varias comunidades nativas de etnia amarakaeri, antiguos masckos y la reserva matsigenka del Manu donde se encuentran comunidades que viven al más puro estilo nativo. Tenemos problemas de acceso al parque nacional del Manu por críticas de antropólogos que desconocen, intencionadamente, la realidad de estos pueblos originarios.
Descendiendo por el Madre de Dios, llegamos en seis horas de lancha a COLORADOy pronto se advierte el deterioro ambiental que supone la explotación del oro que se encuentra sobre todo en las desembocaduras de ríos en el Madre de Dios. Se han formado poblados al más puro estilo del oeste americano. Aquí trabaja un solo misionero dominico que se desvive en atender todos estos poblados de difícil y complicada convivencia. Atiende además un internado.
Y terminamos nuestro recorrido cuatro horas más abajo, en la ciudad de PUERTO MALDONADO. En los cien años de misión, se ha convertido en una gran ciudad próxima a los 100.000 habitantes. Es la sede de nuestro Obispo y del Seminario Diocesano del que han salido sacerdotes que han ido ocupando puestos de misión que hemos ido dejando por falta de vocaciones misioneras dominicas. Las misioneras atienden una oficina de derechos humanos y otras actividades pastorales. Tenemos también radio Madre de Dios como complemento pastoral.
Fuente: Fr. Roberto Ábalos