La creación, una perspectiva bíblica
En el Día Internacional de la Madre Tierra, compartimos un avance del artículo que Fr. Ricardo de Luis Carballada, OP firma en nuestra Revista nº4 Selvas Amazónicas: El derroche de la creación
Análisis de los relatos bíblicos de la creación enfocados a la vivencia religiosa de la libertad, el cuidado de la creación y la igualdad del ser humano
La experiencia originaria y central del Pueblo de Israel es la Libertad, y desde ella los relatos bíblicos de la creación presentan una manera única de entender el sentido de nuestro mundo, de la creación y de la vida humana.
Los relatos de la creación del mundo y del ser humano, recogidos en el libro del Génesis de la Biblia judeocristiana son unos textos de gran belleza y contenido. Merece la pena acercarse a ellos, no solo desde el punto de vista religioso, sino también desde el antropológico y literario.
Lo primero que hay que indicar es que los estudios bíblicos de los últimos años han señalado que la Biblia no recoge un único relato de la creación, sino dos. Aunque aparezcan seguidos en el mismo capítulo, dando a entender que son partes de un mismo texto, en realidad son dos narraciones diferentes. Lo son porque el estilo literario es muy distinto en cada uno de ellos, lo que apunta a que fueron compuestos por dos autores distintos e independientes el uno del otro.
El primero de ellos se ha denominado “relato sacerdotal”, el segundo es conocido como “relato yavista”. La razón de estos nombres es que el autor del primer relato sería un sacerdote o grupo de sacerdotes del templo que lo compondrían en torno al siglo VI antes de Cristo; el segundo relato se atribuye a un autor situado aproximadamente en el siglo X antes de Cristo, y que se denomina “yavista” (por aludir siempre a Dios con el término Yavé). Es cierto que entre los estudiosos de la Biblia hay quienes discuten lo apropiado de esta denominación “yavista”, pero aquí vamos a darla por buena, pues permite distinguir dos textos ciertamente diferentes en la forma de narrar.
PARTICULARIDADES DE CADA RELATO
Podemos ver que el primer relato cuenta el origen del mundo y del ser humano de una manera muy organizada. Sigue los días de la semana, y en cada día Dios crea una realidad: luz, aguas y firmamento, plantas, astros y estrellas, animales, y por último al ser humano. Esa distribución por días sigue un orden ascendente en la cadena de los seres vivos, situando al final de todo el proceso al ser humano como cúspide de la creación.
Por supuesto, ambos textos coinciden en tres aspectos fundamentales: 1) Dios es el origen último de la vida; 2) el ser humano ocupa un lugar especial en la creación, 3) y recibe el encargo de cuidar de la creación.
NO SON EXPLICACIONES CIENTÍFICAS, SINO COMUNICACIÓN DE UNA EXPERIENCIA
Para entender correctamente estos relatos tenemos que averiguar, en primer lugar, la clase de textos ante los que nos encontramos. Es claro que no son textos que presenten una investigación científica, ni son parte de una obra de divulgación científica.
DOS RELATOS UNIDOS EN UN MISMO CAPÍTULO
Aunque los dos relatos son conocidos, resulta procedente reproducir aquí un extracto de cada uno de ellos para recordarlos.
El relato sacerdotal, aunque temporalmente es más tardío, es el que aparece en primer lugar. Además, es el que da comienzo a la Biblia:
1. En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
3. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz.
4. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad.
5. Y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero (...).
26. Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
27. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. (...).
31. Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardeció y amaneció: día sexto”. (el texto completo se encuentra en Génesis 1, 1-2,3)
El relato yavista aparece inmediatamente a continuación, y está unido al relato sacerdotal. Por estar unidos no es fácil distinguirlos y parece como si el segundo viene a explicar o ampliar lo dicho en el primero, pero siendo ambos de un mismo autor.
4. Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados. El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos.
5. No había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.
6. Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo.
7. Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
8. Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.
9. Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (el texto completo se encuentra en Génesis 2, 4, 25).
No son textos científicos, son textos religiosos. Por eso no pretenden aumentar nuestro conocimiento en relación con la cuestión del origen del universo. Su pretensión última es presentar “cómo es Dios”. Aunque parecen ser textos que nos dan una explicación del origen del mundo y del ser humano, esto es solo la apariencia. Lo que realmente nos transmiten es la experiencia de Dios que tuvo el pueblo de Israel.
Una conclusión que tenemos que obtener de lo anterior es que los relatos bíblicos de la creación no deben ponerse en contraposición a las explicaciones científicas sobre el origen del universo o sobre el origen del ser humano. Explicación científica y religiosa pueden convivir y aceptarse sin excluirse la una a la otra. Un cristiano puede aceptar, por ejemplo, la teoría del bigbang, o la teoría de la evolución, y acoger, a la vez, el sentido que contienen los relatos de la Biblia. Vamos a ver cuál es ese sentido.
LA LIBERTAD, LA EXPERIENCIA PRIMERA DEL ISRAEL BÍBLICO
Para entender el sentido religioso que contienen los relatos bíblicos de la creación tenemos que preguntar cuál es la experiencia originaria y central del Israel bíblico. La respuesta es: la libertad. El judaísmo bíblico, o el yavismo, surge cuando el grupo de israelitas que vivían como esclavos en Egipto, huyen de este lugar, y atravesando el desierto, se asientan en una tierra donde se establecen como pueblo libre y como pueblo de Dios. Los israelitas vivieron la salida de Egipto, el paso por el desierto y el establecimiento en Canaán, como unos sucesos inspirados y guiados por Yavé, su Dios. De este modo reconocieron a Dios como la fuente de la libertad. Dios es el que inspira, guía y sostiene la libertad del hombre; es el garante de nuestra libertad. Al liberar al pueblo de Israel de la dominación en Egipto, Yavé se muestra más fuerte que los poderes del mundo, más fuerte que el faraón. Por esta razón Yavé es vivido como un poder tan grande que tiene que encontrarse en el origen de la vida.
La experiencia de la libertad y del poderío de Dios lleva a Israel a situarlo en el origen de toda la realidad, en el origen del mundo y del ser humano. Esta experiencia se encuentra en el origen de los relatos de la creación que son compuestos para presentar la grandeza de Yavé. Son como un himno o canto de alabanza a la grandeza de Dios. Para ello recurrieron a los relatos que sobre el origen del mundo se daban en las religiones y culturas de su entorno, fundamentalmente la egipcia y la babilónica. Por esta razón, los relatos bíblicos de la creación tienen la apariencia de ser una explicación sobre el origen del mundo, al modo que lo hacían las culturas geográficamente cercanas. Pero como he indicado esto es solo la apariencia, el mensaje fundamental que contienen es que Dios es un poder de vida.
EL MUNDO Y LA VIDA HUMANA TIENEN SENTIDO
En el primero de los relatos se ve con claridad que la idea de creación está unida a la idea de orden. Crear es separar, introducir distinciones: el día de la noche, la luz de la oscuridad, las aguas del firmamento. La idea de orden también está presente en el modo de expresar el proceso creador: siguiendo los días de la semana, y partiendo de los elementos inferiores en la cadena de los seres vivos, hasta llegar al ser humano como cima de la obra de la creación.
También está presente esta idea de orden en la primera presentación de la realidad antes de la obra creadora de Dios: “La tierra era caos y confusión”. Al crear Dios organizó el caos inicial en una realidad ordenada y con sentido. En el segundo relato se presenta el estado anterior al acto creador de Yahvé como un campo desértico y estéril porque no había lluvia ni labranza, aunque sí un manantial sobre el que Dios aplica su acción creadora, haciendo surgir la vida.
En esta idea de orden se recoge la segunda experiencia religiosa que nos transmiten estos relatos. Es la experiencia de que el mundo y la vida humana tienen sentido. Aunque la realidad pueda parecer caótica y desordenada, late en el fondo de ella un sentido que podemos percibir. Un sentido que no es una construcción humana, resultado de la especulación, sino resultado de la Palabra de Dios que pone orden y significación en la realidad que nos envuelve.
Esta es una experiencia que también nosotros hoy podemos realizar. El mundo que nos envuelve no es resultado de la casualidad, de la lucha entre fuerzas, o el resultado de procesos anónimos. El mundo es resultado de la Palabra creadora (amorosa) de Dios. Una palabra que puso orden donde percibimos confusión; una Palabra que puso sentido donde parece que solo hay vacío y sin sentido; una Palabra que inspira la vida donde hay sequedad, erosión y desierto.
LA CREACIÓN DEL SER HUMANO
En los dos relatos de la creación ocupa un lugar central la creación del ser humano. En el primero, el sacerdotal, la creación del ser humano es la cúspide del acto creador. En el segundo, el “yavista”, es el centro de la acción creadora, al servicio de la cual van surgiendo los otros seres vivos.
El primer relato presenta la creación del ser humano de modo muy escueto: se limita a señalar que es creado a imagen y semejanza de Dios, y en la distinción de varón y mujer. El segundo es más descriptivo: se narra que Dios hace surgir al ser humano al soplar sobre polvo tomado del suelo, e infundir así la vida; después Dios crea un jardín, un paraíso, en el que coloca al ser humano. En ese jardín hace brotar árboles y plantas para que sirvan al ser humano de alimento, y más tarde hace surgir los animales para que acompañen la vida humana. Podemos ver que todo es creado en función y al servicio del ser humano.
La creación del ser humano también se presenta en la dualidad de varón y mujer. Sobre ello volveremos más adelante. Aquí quiero señalar que en ambos relatos el ser humano recibe un encargo: el cuidado de la creación. En el primer relato aparece la expresión “someted”; en el segundo se indica como tarea el cultivo y el “cuidado”. Este último sentido de cuidado expresa mejor el encargo divino que el del sometimiento (influido por la teología imperial egipcia), y que no puede tener el sentido de expolio y destrucción, sino el de la responsabilidad por la creación. La Biblia señala desde el comienzo que los seres humanos estamos constituidos en nuestro origen por una responsabilidad fundamental: el cuidado del mundo. Ser humano quiere decir ser responsable del cuidado del mundo.
Fr. Ricardo de Luis Carballada, Licenciado en Teología y Filosofía.
Nació el 6 de mayo de 1962 en León. Religioso de la Orden de Predicadores, en la que profesa el 13 de septiembre de 1981 y en la que es ordenado presbítero el 29 de octubre de 1988. Es licenciado en Teología y en Filosofía y Ciencias de la Educación. Es director de la Editorial San Esteban, vicepresidente de la Pontificia Facultad San Esteban y miembro del Consejo de redacción de Ciencia Tomista.
Este artículo está publicado en su versión extensa en el Nº4 de la Revista Selvas Amazónicas: El derroche de la creación. Puedes recibir la revista en papel o en PDF si te suscribes por 15€ al año o recibirla de manera gratuita si te haces socio/a de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas.